lunes, 10 de noviembre de 2008

MI GUERRA EN EL SÁHARA (VII-MI TRABAJO).

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En estos primeros días en el fuerte, te asignan el trabajo que vas a desempeñar. A mí me había tocado la Plana Mayor, que era la compañía de servicios. Luego estaba la 1ª Compañía, que se encargaba de las patrullas motorizadas por el desierto, y la Compañía de Camellos, que también patrullaba por el desierto, naturalmente en camellos (joder, dromedarios), y que estaba compuesta principalmente por nativos.
Las patrullas motorizadas, también llevaban nativos. Estos hacían de guías y observación. Los saharahuis, acostumbrados a la vida nómada en el desierto, tienen una vista privilegiada. Al final me vine sin saber si es verdad o leyenda, pero se decía que un nativo, cuando mirá a lo lejos, lo hace de diferente manera que nosotros. Nosotros arrastramos la vista, desde la posición en la que estamos hasta donde queremos mirar. Ellos, intuitivamente, primero miran a la lejanía, y luego arrastran la vista hasta su posición. La manera de focalizar es distinta. Ellos, en un momento, ya han identificado una caravana de camellos que está a 500 o 1000 metros.
A mí me mandaron a la Pagaduría ¿qué es eso de Dirección de Personal o de Recursos Humanos? Mariconadas modernas. Si es donde preparábamos las pagas mensuales, tanto para los de la mili, como para los oficiales y el personal nativo, pues eso, Pagaduría.
Edchera, era la cabeza del Grupo Nómada III y de ella dependían dos bases (Daora y Hagunía) avanzadas más. Las pagas se preparaban para las tres bases y, al final de mes, una vez efectuado el pago en nuestra base, se montaba una patrulla de dos días para ir a las otras dos bases.
Mi jefe directo era un sargento y el responsable era un teniente. No sé cuál de los dos estaba más “asirocado” (término que definía a alguien un poco trastocado). El sargento y yo, éramos los que nos currábamos el tema todo el mes y el teniente era el que luego asistía al acto de pagar y montaba la patrulla para ir a las otras dos bases.
Dos ejemplos de “asirocados”.
Yo tenía una cierta habilidad para usar la calculadora (máquina que realizaba las cuatro reglas básicas y con una palanca a la derecha, que tenías que bajar para que las realizará, no funcionaba, repito, no funcionaba con electricidad). Es decir, tecleabas el número, marcabas el signo de la operación y separabas la mano para tirar de la palanca). Una vez realizadas las nóminas (MUNAS), había que cuadrarlas. El sargento dictaba los números, yo tecleaba y se imprimía en un rollo de papel. Si no cuadraba, se punteaba la Muna con los datos que yo había tecleado y se veía donde estaba el error. Normalmente, siempre cuadraba. El sargento, cada vez dictaba más deprisa, y siempre cuadraba. Creo que para él era un reto que yo me equivocara, y a veces lo conseguía, pero para mí era un reto que cada vez dictara más deprisa y se quedara sin voz, no lo conseguí. También creo que, en algunas ocasiones, me dictaba números cambiados, pero yo no me iba a poner a discutir. Entonces, llegó un momento en el que creo que me exhibía (no sé si con apuestas por el medio), y aparecían dos o tres colegas suyos cuando estábamos con las sumas, y se plantaban delante solamente para ver lo que hacíamos, constataban los hechos y se iban. Yo creo que el sargento, esa noche, tenía pagadas las copas.
El otro tema era el teniente. Se presentaba cuando íbamos a pagar con juguetes de plástico como serpientes, arañas, calaveras, etc. Y de que iba el tema, pues que los nativos saharahuis eran muy supersticiosos. Llamábamos al nativo que tenía que cobrar. Mientras firmaba, o similar, el teniente sacaba despacio la calavera de debajo de la mesa, el nativo, cuando la veía, salía corriendo y... risas en general. Media hora para convencerle de que entrara a coger su dinero. Y así todos los meses.
La verdad es que en un fuerte, en mitad del desierto, en mitad de la nada, cualquier pequeña cosa, por insignificante que te pueda parecer, en algún momento, puede hacerte reír o llorar.
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