jueves, 13 de septiembre de 2007

ESTE ERA MI AMIGO ÁNGEL LÓPEZ BILBAO


Como os prometí, hago está entrada con un texto que me mandó Ángel hace un año, lo titulaba LAS FUENTES DEL NILO. Para los que no conocíais a este tipo, ahora le conoceréis, para los que si le conocíais, le reconoceréis.

Un autobús local en Kampala. Y como todo en África, donde comen dos comen tres, y donde caben veinte caben treinta. Pues eso, treinta pasajeros. Y el autobús no se movió hasta que el último asiento, desplegado en mitad del pasillo, estuvo ocupado.

En una hora y media me dejó en el centro de Jinja - suponiendo que las ciudades y villas africanas tengan centro - después de cruzar el Nilo unos kilómetros antes, a la altura de las antiguas cataratas de Owen Falls, hoy en día convertidas en una presa con su correspondiente central eléctrica.

Al bajarme del autobús en Jinja, enfilé en dirección al Lago Victoria, sin más, por una amplia avenida con aspecto de haber sido en su día, antes de Idi Amín, una agradable zona residencial, y hoy en día, con todos sus edificios, aceras, jardines y demás infraestructuras, en un estado calamitoso. Y entonces supe que esa era la manera correcta de llegar a las Fuentes del Nilo. Solo, a pie, sin guías, sin tour operadores, y sin turistas disparando sus cámaras fotográficas sin ton ni son.

Aquello era Jinja, ¿no?, al norte del Lago Victoria y al este de Kampala, actual capital de Uganda. Y en esa dirección estaba el Lago ¿verdad?. Pues entonces, Rippon Falls, las Fuentes del Nilo, no podían estar muy lejos.

Después de recorrer, en una espléndida mañana africana, toda la antigua avenida, que pese a su decrepitud y abandono sigue siendo un agradable paseo, siempre y cuando a uno no le importen las miradas de asombro, unas veces, de sorna, otras, e incluso de odio, aunque de estas pocas, de la población local, llegué a la orilla del Lago Victoria, sólo unos centenares de metros antes de volcarse en el Nilo, y torcí a la derecha, siguiendo la orilla del lago e intuyendo ya el nacimiento del río más largo de la Tierra.

Poco después me interne por una tortuosa vereda que baja hacia un pequeño y miserable poblado de pescadores tendido a la orilla del lago, y formado por un puñado de chozas, mitad cabañas, mitad chabolas. Un chaval de unos veintipocos años con más porquería encima de la que un habitante del primer mundo, de esos que se duchan todos los días, pueda llegar a imaginar, se me acerca y sin perder tiempo me ofrece un paseo en canoa por el lago por treinta mil chelines (unos dieciocho euros). Yo le digo que lo único que quiero es llegar hasta las cataratas de Rippon Falls, o lo que quede de ellas, y volver. Al final lo acordamos por veinte mil. No regateo. A fin de cuentas por dos mil pesetas me van a convertir en un ser privilegiado, acercándome al mismo islote desde el que más de cien años atrás, en 1862, el primer blanco, europeo, inglés, Johh Hanning Speke, contempló las Fuentes del Nilo Blanco, después de miles de años de búsqueda.

La canoa que me llevó hasta allí no debía diferir mucho de la que le transporto a él. Eso sí, con motor fuera borda incorporado - más viejo que el mismísimo Speke - petardeando y parándose cada dos por tres. Aunque cuando uno lleva ya algún tiempo en África, eso no le preocupa, y al final uno sabe que los africanos, "casi" siempre, y sin ponerse nerviosos, suelen solucionar "casi" todos los problemas mecánicos, antes o después.

Al desembarcar en el islote en el centro del Nilo, kilómetro cero, y encaramarme al monolito que conmemora la gesta de Speke, contemplo el Lago Victoria, a mi alrededor. Y el Río Nilo, también a mi alrededor. Todo en uno. Y pienso. Sólo hay un lugar en el mundo como este. Y es este. Y aunque las cataratas que describió y dibujó Speke desaparecieron al crecer el nivel del lago a causa de la presa hidroeléctrica construida unos kilómetros río abajo, todavía se intuye perfectamente la herida en el Lago, por la que escapa el Nilo.

Y los cormoranes y martines pescadores, zambulléndose sin complejos en las aguas del lago. Y las águilas pescadoras africanas de cabeza blanca, ojo avizor en las ramas de los árboles y arbustos, sin querer percatarse de mi presencia. Y yo allí arriba. En el centro del Río. En el centro del Mundo.





martes, 11 de septiembre de 2007

CARTA ABIERTA A ÁNGEL LÓPEZ BILBAO

Hola Ángel:

He estado en el pueblo, sí, ese que tanto te gustaba, el de las patatas "peluchonas", la oreja y los caracoles en el aperitivo. Recibo una llamada de José Luis y me dice que te has muerto de un infarto. ¡¡¡ VENGA YA !!!, no te lo crees ni tu. Pero, después de unas cuantas llamadas de ida y vuelta, me aseguran que es cierto.
Pues te diré una cosa, eres una cabrón, el infarto en la cama me lo había pedido yo, tu no puedes morir así, y menos tan joven y con el proyecto que tenías entre manos.
Vamos a ver, ¿ como un tío que se fue voluntario a la legión, saltaba en paracaídas, manejaba un TT, dejó un buen trabajo en una multinacional farmacéutica y puso todo su dinero y amor en montar safaris en África, se muere en Nairobi de un infarto ?
¡¡¡ OJO !!! ya se lo que me vas a decir, que habías encontrado tu camino, que no era una forma de ganar dinero, sino una forma de vida, que estabas encantado con tu socio y su familia y mucho más a la inversa. Que me vas a contar si yo he estado de tu parte en todo momento.
El caso es que, ahora, me tocará partirme la cara con todos los gilipollas que te criticaban cuando tomaste la decisión. Lo bueno es que tengo el tema del puto infarto. Eso te da en África o en San Sebastián de los Reyes, con lo cual no es lo mismo que si te hubiese comido una leona, o te metan una cuchillada en un barrio de esos de Nairobi, es decir, no tenían razón.
Bueno Ángel, te voy dejando. He puesto esto en mi blog, con la esperanza de que lo puedas leer. Posiblemente donde estés no tengas acceso a tu buzón de correo, pero lo mismo tienes una banda ancha de narices y puedas entrar en la Internet del planeta Tierra.
Para que sepas lo que siento en este momento te recuerdo el primero y el último verso de la Elegia a Ramón Sijé, de Miguel Hernández:
YO QUIERO SER LLORANDO EL HORTELADO
DE LA TIERRA QUE OCUPAS Y ESTERCOLAS,
COMPAÑERO DEL ALMA, TAN TEMPRANO.
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A LAS ALADAS ALMAS DE LA ROSAS...
DE ALMENDRO DE NATA TE REQUIERO,:
QUE TENEMOS QUE HABLAR DE MUCHAS COSAS
COMPAÑERO DEL ALMA, COMPAÑERO.

P.D.:
Si ves a Juanjo, dile que ya sois dos para la tertulia de los Miércoles, que no hace falta que vayamos mas... de momento.